Monumentos
"Benalauría se ubica en una pronunciada pendiente a la sombra de un cerro cubierto de castaños, a 2 km de la comarcal A-369. Sólo es visible este pueblo desde la parte contraria del valle y parece ocultarse a propósito, como si temiera perder sus encantos.
Cualquiera que conozca el término municipal de Benalauría podría pensar que se ha escogido el peor emplazamiento, la más incómoda pendiente. Las tierras que vierten al Guadiaro son más llanas y mejores, e incluso hay lugares, como las Huertas de Albalate, junto a la carretera comarcal, una vez pasada la Venta de Santo Domingo, que habrían sido una ubicación mucho más cómoda. Por eso hemos de pensar que los criterios manejados en aquellos tiempos medievales para la instalación de un pueblo, poco tienen que ver con los que a nosotros nos parecen útiles.
La Venta de Santo Domingo, que está en el cruce, a 2 km escasos del núcleo urbano, parece cómplice de ese deseo que Benalauría tiene de ocultarse. Ni un solo rasgo de modernidad ha alterado su aspecto. Más que una venta es una casa de campo que no pretende lucro alguno de los viajeros.
Al poco de abandonar la carretera comarcal, bajando a Benalauría, se ve a la derecha un complejo polideportivo de reciente creación que prenuncia la falta de terreno disponible en el pueblo. Luego poco a poco la carretera se interna por bosques de castaños de un verdor inusitado y al salir de una curva se nos presentan sin previo aviso las primeras casas a la izquierda del camino. Pero es que ni después de llegar al pueblo hay forma de hacerse una idea del conjunto. Sin embargo, va a merecer la pena.
La calle principal comienza una suave subida mientras se van desprendiendo, a ambos lados y en asombrosa pendiente, las callejuelas, que han surgido de lo que sobró a las casas, y no al contrario. Todo es blanco, o verde de parras y otras plantas. Es posible encontrar mosto a partir de noviembre, que se trae de otros pueblos vecinos o de Manilva.
Si seguimos internándonos en el pueblo, contemplando antiguas puertas de madera, que por suerte se han conservado, y el encalado centenario de paredes que ni siquiera fueron enfoscadas, sino directamente sobre la piedra, pronto llegaremos a una zona en que la calle se hace más ancha y da lugar a la plaza, el centro neurálgico de la comunidad. En realidad es el único espacio llano, de unos 70 m de largo por 30 de ancho. Hay casas en tres de sus lados, y el cuarto es un muro de contención en la ladera de un monte que resulta verdaderamente amenazador sobre nuestras cabezas.
A la entrada hay una fuente, que debe ser muy antigua, aunque la decoración actual no lo evidencia. En la parte más baja de la plaza está el edificio más grande del pueblo, si descontamos la iglesia. Presenta magníficos balconajes y rejas muy pulidas en sus ventanas enmarcadas con cornisas de ladrillo; se trata del Ayuntamiento, que tiene la planta baja dedicada a hogar de la tercera edad y un sótano que fue, en tiempos de necesidad, cárcel del pueblo, y ahora es el local donde se instalan las urnas para ejercer el voto. El Ayuntamiento hace, una vez al año, las funciones del castillo, que nunca existió, para llevar a cabo la representación de los Moros y Cristianos en el primer fin de semana de agosto, coincidiendo con las fiestas patronales.
Una vez conocida la plaza, vemos que de ella, por la parte contraria a la que sirve de entrada, salen dos calles: una bordea al Ayuntamiento y otra está junto a la oficina bancaria. Por la primera, bajando, se llega a la Iglesia Parroquial de Santo Domingo de Guzmán y luego al cementerio, que se encuentra entre las paredes del pueblo, dando vista al valle. Por la otra calle, que sube suavemente, se llega hasta el primer Museo Etnográfico de la comarca, que es la joya de este pueblo. En la ficha de patrimonio que dedicamos a Benalauría se ofrecen más datos sobre él.
Es, sin duda, interesante el contenido y, sobre todo, la descomunal plancha de castaño que servía de prensa en esa vieja almazara dieciochesca, pero a nuestro juicio la cubierta del edificio es uno de los vestigios de arquitectura popular más valiosos del valle del Genal. Los jóvenes guías del museo darán cumplida explicación de todo cuanto despierte curiosidad, están bien preparados y son conscientes de que transmiten un legado del que ellos siguen formando parte viva. Hay en Benalauría un taller que se dedica a la talla en madera de castaño y ha hecho muy visible su actividad, porque casi todos los anuncios y señales de este pueblo se han efectuado con ese material.
Y, por último, nos tomamos el atrevimiento de dar a conocer que quizá lo más curioso de Benalauría sean los domicilios particulares, y aunque sea revelar lo que la casualidad nos permitió ver, hay una casa, en la que hay además de vivienda, tienda, panadería y antiguas dependencias para animales, que fue una verdadera sorpresa: tiene acceso desde tres calles en distinto nivel, presenta una laberíntica distribución y toda suerte de soluciones arquitectónicas. Suponemos que no es la única. Además coincidió que en ella se hacía una matanza el día que la vimos.
De los habitantes de Benalauría hay que decir también algunas cosas: son gente muy afable y amiga de hacer vida en la calle, siempre hay gente charlando en la plaza; y tienen una fuerte conciencia de comunidad. Su afición a los tratos de ganado, en los que vale más un apretón de manos que la firma de un notario, es proverbial en toda la comarca. Son clientes fijos en las ferias de ganado de Ronda, más que ningunos otros, y todavía siguen acudiendo a ellas a pie o a lomos de caballería.
Hay una profesión en Benalauría que alcanza gran maestría, mientras que en Atajate o Benadalid es inexistente, es la de corchero. Hay una excelente cuadrilla de especialistas en la pela de alcornoques, en la extracción del corcho, que se encargan de esta tarea en los montes de diversos pueblos.
Son frecuentes en Benalauría apellidos como Calvente, Viñas, Márquez, Villanueva, Jiménez, Berbén o Rodríguez.
Esa distribución del pueblo en sucesivos escalones o bancales, lo retorcido de sus calles, su secreta ubicación y la determinación de sus habitantes por conservar la tradición es la que nos llevó a llamar a Benalauría, Conciencia del Valle".
Benalauría Por Vicente Téllez Sánchez (Al Sur de Ronda, Editorial La Serranía, 2003).
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