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Datos Históricos

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Ayuntamiento de Benalauría

Datos Históricos

PergaminoLa historia de este pueblo se remonta a la invasión musulmana pues no existen datos, ni restos que avalen la existencia de algún asentamiento en la época antigua. Sabemos que la presencia romana se fundamenta en este valle a través de la vía Genal-Turón, que desde Gibraltar alcanzaba hasta el interior de las planicies rondeñas, vía que fue señalada por Gozalbes Cravioto, que identifica la ciudad de Vesci con un asentamiento del Cerro de la Laguna, en el vecino Algatocín, mientras que Ramón Corzo la identifica con Gaucín.

Por otra parte, quizá el origen del castillo de Benadalid sea el asentamiento de una turris romana. Con estos datos, podemos afirmar que los únicos restos preislámicos del municipio son los que responden al denominado “columbario” del Cortijo del Moro, en el Valle del Guadiaro, que el vulgo identificó desde siempre con un “tesoro de los moros”, pero no existen, por el momento, otras noticias de asentamientos prerromanos o romanos.

Así pues, es a principios del siglo VIII, cuando las tribus beréberes (Hawwara, Maggila, Saddina, Nafza) se asientan en este valle, jalonando las laderas con una serie de qurà o aldeas que llevan el nombre de sus linajes. Uno de estos, los Banu-l-Hawria, dieron nombre a este pueblo (MARTÍNEZ ENAMORADO, 1999).

Estos pobladores se establecen a media ladera, hecho común a toda la montaña mediterránea, con una arboricultura de vertiente laboriosa y variada, y con bancales de regadío bajo los manantiales, formando lo que denomina Miquel Barceló una línea de rigidez, bajo la que se establecen los riegos por gravedad sin poder ser ser acrecentada, por encima de la cual apenas existen cultivos, y sí la silvicultura y el pastoreo.

Tras la conquista cristiana, en 1485, los moros permanecen en calidad de mudéjares bajo la jurisdicción señorial de los condes de Feria, hecho que no trastoca el agroecosistema. La revuelta de 1501 afectó sobremanera Sierra Bermeja y tuvo su reflejo en esta población, que bajó de 45 a 28 vecinos (LADERO QUESADA, 1993), aunque la mayoría permaneció en su lugar, ahora como moriscos.

La expulsión definitiva de éstos se realiza tras las revueltas de 1570, que alcanzaron gran virulencia en esta parte de la Sierra, y que aquí se tradujo en la práctica desaparición de la antigua población, repoblándose ahora Benalauría con gentes del Valle del Guadalquivir y Sierra Morena. Junto con Benadalid, siguió estando sujeta a jurisdicción señorial, con las casas de Alcalá y, finalmente, de Medinaceli.

PergaminoEn el siglo XVIII los efectivos humanos crecen desde 383 a 885 en 1787 (RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, 1977), gracias a las favorables condiciones económicas del momento, que propician la extensión del cereal y de la arboricultura, especialmente del viñedo y, más tarde del olivar: es el momento de la construcción de las almazaras de sangre e hidráulicas que aún existen.

Es también la época en que se reconstruye la iglesia y se realizan las obras de la Plaza, del Ayuntamiento, Pósito de Labradores y otros edificios, cuyo bello conjunto dieciochesco aún se puede admirar, y que sirvieron de modelo a otras casas de parecida organización que aún conservan la fachada. (Haga click para ver el documento BENALAURÍA EN EL SIGLO XVIII)

Durante el siglo XIX, el crecimiento de la población prosigue, con altibajos, (es preciso hacer mención aquí de la especial dureza del conflicto con Francia, que tuvo en estas serranías momentos dramáticos, con los ataques de los guerrilleros y las consiguientes represalias francesas) hasta superar el milenio de efectivos.

La caída de la vid a causa de la filoxera y la competencia de otras zonas no tuvo aquí las dramáticas consecuencias que se observan en otras poblaciones, primero porque nunca ocupó una extensión relevante, segundo por la rápida sustitución por otros árboles de secano.

Ya en el siglo XX, asistimos al canto de cisne de la ocupación de esta porción de la montaña de Málaga (GÓMEZ MORENO, 1989), con la máxima extensión del cereal y olivar, y los nuevos cultivos de cítricos, propiciados por la política autárquica del régimen franquista, y como consecuencia del aislamiento y las dificultades de aprovisionamiento para una población que seguía creciendo. Desde finales de los 50, la crisis de la montaña se ceba duramente con las poblaciones de valle, con la concatenación de una serie de factores
 

  • Aparición de la peste africana que arruina la cabaña porcina.
  • Caída de precios agrícolas como consecuencia de modernización de las estructuras agrarias: las zonas de montaña no pueden competir con la moderna agricultura comercial. 
  • Descapitalización del campesino a causa de esta caída y de la pequeñez generalizada de las propiedades.
  • Incapacidad de suplir la maquinaria con una mano de obra cada vez más cara, con el señuelo de los altos salarios de la vecina Costa del Sol.
  • Fin de las actividades del monte (carbón, cal, leña...), y como corolario, ruina de los arrieros y de gran parte de las actividades complementarias de los jornaleros y pequeños propietarios.
  • Todo lo anterior nos lleva a la emigración, al desarraigo, al envejecimiento de la población, en suma, a la desarticulación de la vida campesina: Benalauría tenía en 1950, 1239 habitantes, por sólo 521 en 1996.

En la actualidad, la política agraria de la UE pretende la salvaguarda de la montaña manteniendo población rural. Se potencia el desarrollo sostenible apartir de los propios recursos, con inversiones de capital que generen expectativas entre las cohortes más jóvenes, que podrán beneficiarse del desarrollo del ecoturismo, de la potenciación de las artesanías, las pequeñas agroindustrias y obradores, la agricultura ecológica a tiempo parcial, en suma, de la puesta en marcha de una nueva política que huya del subsidio y la limosna y sea capaz de sacar del abandono y el atraso estructural a estas pequeñas comunidades.

En este sentido, Benalauría es un pueblo pionero, pues en su término municipal hay instaladas ya hasta nueve cooperativas de artesanía de la madera, la cerámica, la forja, construcción, alimentarias flor y exorno, así como otras derivadas de la hostelería, que han frenado en seco el proceso migratorio. La población se ha estabilizado, al menos en las cohortes más jóvenes, y en el horizonte aparece un camino alternativo al desarraigo.

Para ello es preciso perseverar en estas tendencias, a la par que seguir aspirando a que el territorio y el paisaje, apenas tocados por el actual modelo desarrollista, sirvan de reserva y traspaís a la gran aglomeración costera.

José Antonio Castillo Rodríguez.

Pepegenal@telefonica.net